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Llevo un tiempo dándole vueltas y por fin me he decidido. Es el momento perfecto para probar algo nuevo…Tengo tiempo, energía e ilusión. Una combinación que a veces es difícil de conseguir. Así que aquí estoy, decidida a probar esta nueva experiencia. Son las 11.00 de la mañana y es mi primera clase. Me noto expectante y a la vez contenta.

La sala es espaciosa y con luz. Hay una agradable música de fondo. Me hace sentir bien desde el primer momento. El profesor vuelve a mirarme, serio, tranquilo y profesional. Está esperando pacientemente a que yo, su nueva alumna y única mujer, realice el ejercicio que me acaba de enseñar. No lo recuerdo bien y me siento insegura, ya que es una actividad muy diferente para mí y no estoy acostumbrada a estos movimientos. Así que titubeo y trato de esforzarme al máximo. Y ya empezamos con la técnica de las posturas de este arte marcial. Mis compañeros son más jóvenes que yo y tienen ya experiencia. Se les nota la confianza y desenvoltura que da la práctica.

Y es que la curiosidad por aprender algo nuevo me ha puesto en esta situación. Y aquí estoy, a mis 45 años, aprendiendo Kung Fu, ante la mirada sorprendida y a la vez acogedora de mis compañeros, que con paciencia, me esperan para hacer el siguiente ejercicio juntos.

Puedes ver este artículo en la Revista Clara.

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