La pluma, entristecida, miró a la tinta. Llevaban tiempo sin nada que decirse, olvidadas en el secreter. El papel albergaba cierta esperanza, pero era consciente de la realidad.
La pluma, entristecida, miró a la tinta. Llevaban tiempo sin nada que decirse, olvidadas en el secreter. El papel albergaba cierta esperanza, pero era consciente de la realidad.
Desde el primer día en que me enfrenté al folio vacío; una nueva inquietud inundó mi espíritu. Entendí que no escribir es doloroso, pero hacerlo sin sentimiento y sin nada que decir es peor.
Me ha gustado mucho tu original microrrelato.
Gracias, Antonio. Qué palabras tan inspiradoras.