Sábado, 25 abril 1925
Esta noche es muy especial. Hay una fiesta en el Club de Jazz La Lumière. ¡Y los rumores dicen que Coco Chanel acudirá! Vuelvo a mirarme en el espejo. Ya me he colocado el elegante tocado de plumas y cuentas que me ha regalado Madre por mi Santo. He decidido ponerme el vestido con los flecos de lentejuelas de color dorado y los zapatos de piel a juego. Me siento de nuevo en el tocador y me repaso el carmín. Es un rojo muy estridente, pero es el último grito en París.
-¡Inés! ¡Inès! – Madre me llama desde el recibidor.
-¡Tu amiga Thérèse ya está aquí!
Finalmente vamos en tranvía porque Padre sigue en el despacho y no sabemos a qué hora llegará a casa. Nos había prometido llevarnos, pero no queremos arriesgarnos a llegar tarde.
Thérèse me hace confidencias durante el trayecto. Hay un muchacho que ha empezado a hacerle requiebros y le parece muy apuesto.
Cuando llegamos a La Lumière, ya hay varias parejas bailando el charlestón. Es un baile que me encantaría perfeccionar. Está muy de moda. Al menos en París. Estoy tratando de convencer a Madre para ir una temporada a Estados Unidos y tomar clases con la profesora Irene Castle. Hace unos años, ella y su marido Vernon hicieron furor bailando en el Café de París.
Pero volvamos a La Lumière…estoy departiendo con unas amigas que conozco de las clases de piano. Vemos un corrillo de personas rodeando a alguien. ¡Es Coco Chanel!
Y de repente, siento unos ojos clavados en mí. Miro hacia la derecha y nuestras miradas se cruzan por primera vez. Pierre está fumando y me sonríe desde lo lejos con cada calada que da. Después se acerca y me pide el siguiente baile. Y bailamos y bailamos, hasta que Thérèse tira de mí, nerviosa, porque nos hemos descuidado con la hora. Nuestros padres estarán preocupados y tenemos que irnos.
Entonces, Pierre me mira fijamente y me dice: Tú y yo vamos a tener una bonita historia, Yo me río, sin saber qué decir. Y me desliza su tarjeta con su nombre completo: Pierre Beaufort.
Y cuando llego a casa, no puedo parar de pensar en él.
Sábado, 29 abril 2023
Julia Beaufort se despierta muy temprano en el hotel de París. Llegó anoche desde España. Los últimos días han sido muy intensos en la academia de baile, pero está muy ilusionada. Esta noche es el concurso de bailes de salón en el Club de Jazz La Lumière. Ya tiene todo preparado. Intenta relajarse. Cierra los ojos y piensa en lo orgullosa que se sentiría su bisabuela Inès si pudiera verla bailar.
Su pasión por el baile empezó desde muy pequeña. Se fijaba especialmente en los bailes antiguos: el charlestón, el foxtrot, el tango…Así que poco a poco se fue especializando y abrió su propia academia de baile. Su corazón latía al compás de esos ritmos. Era algo que no podía explicar a su entorno…Ya apenas había interés por ese tipo de bailes. Bueno, excepto en París, que seguía habiendo muchos seguidores.
Cuando su abuelo le entregó el diario de su madre, se sintió comprendida y unida por un hilo invisible a ella, a pesar de que habían pasado casi 100 años y no la había conocido.
Glamurosa, Romántica, entetenida historia Helan. Me encanta el título.
Enhorabuena!
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Este relato ha participado en un concurso en el que había que escribir sobre Europa en el Siglo XX.
Así que quise retratar el glamour de los Felices años 20, además de la influencia que pueden llegar a tener nuestros antepasados en nuestra vida.
Qué historia tan bien hilada en un breve relato. Te superas cada vez más. Lo has ambientado tan maravillosamente que nos has trasladado a aquella época, ¡hasta me he visto bailando charlestón!
Me encanta ! Bonita historia muy bien contada. Me encantan los detalles y protagonistas.
Me encanta hasta el título. Recogemos el legado de nuestras ancestras y ancestros a veces sin saberlo, unidos por hilos invisibles, por redes invisibles.
Una historia muy bonita y una manera de contarla muy interesante
Tienes la capacidad de hilar tan fino, sutilmente, que llega…. Enhorabuena ?